jueves, 4 de julio de 2024

CALMA

A veces, cuando se va haciendo la noche, te encontrás con una extraña calma; esa calma que se distingue en el silencio cuando se suspende alguno de los sonidos de alrededor. 
Es la respiración de un perro, entre ladrido y ladrido, o quizás el paso de una moto que va apagándose a lo lejos. En ese espacio de silencio, en esa calma, en esa paz, observás el desierto, el ser y el mundo, en completo stop.

Y mientras se frena el sonido y la paz te va llevando, queda un espacio suspendido, un espacio vivo en el cuál tu voz rompe los espacios mínimos y entramados donde se instaló tu alma a observar.

¿Cómo acallar esa voz interna que rompe la calma del reposo que desea tu alma?

En lo que la vida transcurre, en lo que los sentidos te devuelven esa integridad, en lo que la vida se expresa, en el sentido intrínseco de ésta, tu vida, vos estás en un monte, en un mar, arriba de un árbol, sentadx en una pieza de concreto, o ¿quién sabe? tal vez, sentadx sobre una caja de cartón. Estás en todos lados a la vez, y es lo mismo. Y tenés la certeza de que no es bueno ni malo, sabés que no hace falta más nada, porque todos los lugares son el mismo y ese lugar es esa calma.

Sabés que cuando realmente sucede algo, ese suceso es algo inmediato y es lo que cambia todo. 

Calma - Inmediatez - Cambio.

Recién allí todo cambia... sobre la inmediatez.

El cambio sobre la inmediatez, sobre el devenir en calma, sobre ese silencio. 

Mientras nada sucede, mientras no hay eventos y habitamos la calma, todo lo que pensamos, todo lo que pergeniamos, todo lo que deglutimos, no es más que un simple juego mental. En realidad no está sucediendo nada. No hay evento que interrumpa realmente la calma, es sólo una proyección mental.
Y la calma no es sino esa certeza de ese estado de existencia, ese instante concatenado sin eventos, sólo la paz. Sólo el refugio de esa paz.

Y es esa calma instalada, que si te detenés, te permite apreciar la vida, tal como es, sin maquillaje, sin máscaras. Una vida si  amortiguación, una vida en la cuál el instante es lo único que tiene sentido. 

Una vida en la que sentimos la planta del pie sobre el suelo, la brisa golpeando la cara, como la plenitud en sí misma.
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